miércoles, 28 de marzo de 2012

Memoria Histórica para la Humanidad



Memoria Histórica para la Humanidad
Por: Camila Aguirre

El Tíbet es una nación amplia y hermosa. Su altura promedio es de 4.500 metros, por lo que se conoce como el “techo del mundo”. Tres de sus fronteras son unas de las montañas más altas del mundo: al norte  se encuentra la remota y tosca montaña Chang Tang, las escarpadas Karakorams y Ladakh en el Oeste y rodeando el sur se encuentran los Himalayas. Éste territorio también fue conocido como Tierra Prohibida, pues en el pasado, estas montañas que rodean al Tíbet servían a la singular comunidad habitante como fortaleza, gracias a las condiciones precarias y la ausencia de caminos. Existen aproximadamente 1.200 kilómetros entre Lhasa (la capital) y la frontera de china, gracias a esta amplia distancia, el estilo de vida de los tibetanos se conservó durante tanto tiempo intacto. Además, éste pueblo se rehusó a ser influenciado por culturas externas, cultivando sus creencias religiosas. “Como quiera que sea, a pesar del tamaño del Tíbet, la distribución de la riqueza y las condiciones sociales, una sola cosa unía a los campesinos, nómadas, monjes y nobles: la religión budista y su personificación en el Dalai Lama. " [1]
Habiendo explicado un poco acerca de la nación apoderada por los chinos, es importante, en mi opinión, ver más a fondo cómo el Dalai Lama es una figura de memoria histórica para la humanidad. Por medio de la comprensión, a fondo, de la problemática actual Tibetana y del papel que cumple Tenzin Gyatzo en la sociedad mundial, quiero responder a esa pregunta.
Un poco acerca de la historia del Tíbet: Thubten Gyatzo, decimotercer Dalai Lama, muere en 1933. Tras la expedición de un grupo de lamas importantes y oficiales del gobierno, se encontró a su sucesor: Tenzin Gyatzo, que para entonces solo tenía dos años. En 1935, cuando el Tíbet era todavía una sociedad feudal nómada, con monasterios y nobleza, el pequeño de cinco años fue coronado en la capital. Su santidad tuvo una niñez solitaria, pues el aura que rodeaba su posición hacía casi imposible que se relacionara con su gente. La mayoría del tiempo la pasaba junto a sus tutores en intensos estudios religiosos. Simultáneamente, en China la oposición entre los nacionalistas y los comunistas lleva a una guerra civil, exactamente en 1946, y finaliza en el 49 con la victoria de los comunistas creando así lo que ahora llamamos República Popular de China. Su Santidad nunca se opuso al comunismo, y en alguna ocasión hizo la siguiente afirmación: “Los objetivos del Señor Buda y de Carlos Marx no son incompatibles. La preocupación de ambos es llevar felicidad a las masas, el Buda la espiritual y Marx la material. ¿No es razonable, pues, ver cómo podrían trabajar juntas?”[2] . Un año después, el siete de octubre, China invade el territorio Tibetano, y para entonces el Dalai Lama, con solo quince años, asume el poder absoluto de su nación y solicita ayuda urgente a las Naciones Unidas, el resultado de la petición fue un mutismo absoluto, pues el Tíbet no era miembro de éste organismo y el mundo no sabía nada de éste país. De ésta manera, los tibetanos siguen el rumbo de su propia suerte, sin respaldo.  Por obvias razones, el Dalai Lama debe refugiarse, pues es el “punto débil” del pueblo; decide huir a Yatung, la frontera con India, aunque con dolor por dejar a su gente.  En mayo 23 de 1951 se hace una negociación con China y como resultado, se establece  el Acuerdo de los diecisiete puntos, en el que se declara que el Tíbet hace parte integral de la China, por lo tanto,  sus asuntos internacionales de defensa y comunicaciones estarían dirigidos desde Pekín. A su vez, el gobierno chino se comprometía a no cambiar el sistema político o la posición del Dalai Lama, y a respetar la religión y las costumbres de los tibetanos, respetando también los Monasterios. Un gran número de soldados chinos debía ubicarse en territorio Mahayana para vigilar que el acuerdo se cumpliera. De esta manera, el Dalai Lama vuelve a Lhasa. Como era de esperarse, los chinos no cumplieron su parte del acuerdo, y en 1952 destituyen a los ministros del Dalai Lama. Un año después se imponen reformas comunistas (tributarias y agrarias, también infligían severos castigos a los que no abandonaban su religión) en el este tibetano, en las provincias de Amdo y Kham (que actualmente son chinas), donde dos años después habría una rebelión de las primeras guerrillas que luchaban en contra del ataque a su región, distanciándose de sus creencias religiosas. En 1956 fue el aniversario 2.500 de la iluminación del Señor Buda. El Dalai Lama, que para entonces tenía veintiún años fue invitado a todas las ceremonias que tomaron lugar en El Potala, en India.  Su Santidad aprovechó el evento para establecer contactos políticos con figuras importantes como el primer ministro indio Nehru. Cuando Tenzin Gyatzo regresa a Lhasa, del Este llegaban muchas historias acerca de violaciones, torturas y ejecuciones de comunidades tibetanas por parte del ejército chino. Muchas aldeas y monasterios fueron bombardeados a la menor sospecha de haber prestado ayuda a las guerrillas. La resistencia crecía. La creciente inconformidad de los tibetanos, ponía al Dalai Lama en  una posición complicada, pues él estaba en contra de cualquier tipo de violencia, pero a la vez le resultaba imposible calmar la furia inaguantable de su gente. A pesar del caos que había, el Bodhisattva aprueba un gran logro personal, a sus veintitrés años, obtiene su grado de Geshé (la más alta distinción académica del Tíbet), un logro que normalmente lo logran los lamas a los treinta o cuarenta. En 1959, el 10 de marzo, sucede el famoso hecho histórico del Levantamiento Tibetano, donde los ciudadanos de Lhasa se alistan para proteger a su soberano de un supuesto complot para secuestrarlo. Los comunistas reprimieron brutalmente este acto, asesinando a miles de personas. En consecuencia, el Dalai Lama escapa hacia la India y la ONU condena las atrocidades cometidas por los chinos. Un año después, se establece el gobierno tibetano en el exilio en Dharamsala, al norte de India, donde se expide una nueva constitución, algunos años más tarde. En los años posteriores a 1959, continuó el ataque y la destrucción de la cultura tibetana: la educación era en lengua china y se consideraba venenoso practicar budismo tibetano. En el 66, se crea La Revolución Cultural, un movimiento comunista que tenía como objetivo destruir todo lo que tuviera relación con el pasado. En el Tíbet, esa ideología se tradujo como la destrucción contra los santuarios y monasterios budistas. Además se explotó la tierra del territorio de una manera desmesurada. “El Tíbet es una nación antigua y notable, que por muchos siglos mantuvo una relación de respeto mutuo con la China. Lo cierto es que hubo épocas en las que ella era fuerte y el Tíbet era débil; entonces nos invadían. Igualmente, si miramos hacia atrás en la historia, algunas veces el Tíbet invadió a la China. Sin embargo, no existe un fundamento histórico para que afirmen que el Tíbet era parte suya.”[3].
Tenzin Gyatzo, el decimocuarto Dalai Lama, soberano del Tíbet, está sufriendo el exilio de su tierra en la India junto con cien mil coterráneos más. Desde su destierro, hace más de treinta años, ha presenciado como china ha intentado exterminar su milenaria cultura, por medio de masacres, reclusiones y degradaciones, mientras se reprime cada vez más el budismo, que es el alma de su nación. A pesar de todo el sufrimiento por el que el Dalai Lama ha pasado, o tal vez gracias a este, Su Santidad es una de las figuras de presencia mundial. A diferencia de muchos otros líderes exiliados, él no quiere transmitir un mensaje lleno de rencor, todo lo contrario, él busca compartir sus conocimientos llenos de compasión para poder construir un mundo lleno de igualdad y  tolerancia. El Dalai Lama, comparte su historia, sus problemas, sus errores y sus enseñanzas morales, y de cierto modo promueve la memoria histórica del mundo. Todo esto con el fin de no dejar que la gente vuelva a repetir sus errores. Muchas personas ven al Dalai Lama como un dogmático, pero no es así, y lo ha demostrado por medio de sus múltiples publicaciones y conferencias alrededor del mundo. Es él, un modelo de entrega  a los demás, pues en sus manos está el destino de su pueblo, y además tratándose de una situación tan crítica como la de su tierra, es admirable como nunca se muestra débil, al contrario, se deja ver como un modelo a seguir de cómo se debe actuar frente a problemas y a nunca olvidar los errores que cometemos, para no caer en el proverbio: “él que no conoce su historia, está condenado a repetirla”. Por medio de varios libros como A Human Approach to World’s  Peace y My Land and My People, Su Santidad, hace énfasis en las responsabilidades universales que la humanidad debe asumir, que son: tener un buen corazón; la necesidad de compasión y la manera como la religión (cualquiera de ellas) puede ser el instrumento para conseguir mayor felicidad individual y colectiva. Su verdadero interés está en las personas, porque, según él, la paz mundial se encontrará cuando todas las personas reconozcamos que hacemos parte de la misma familia humana. “Necesitamos una revolución en nuestro compromiso con los valores humanitarios”[4]. A donde sea que valla el Dalai Lama, siempre generará gran impacto, pues sus charlas y explicaciones tienen una influencia inmensa a nivel político, social y religioso.
Bibliografía:
Avedon, John. In Exile from the Land os Snows. Londres: Wisedom Publications, 1985.
Gibb, Cristopher. El Dalai Lama. Colombia: Abril CINCO, 1994.
Gyatso, Geshe Kelsang. Budism in the Tibetan Tradition: A Guide. Londres: Routledge y Kegan Paul, 1984.
Lama, Dalai. My Land and My People. 1962.
Snelling, Jonh. Buddhism. Gran Bretaña: Wayland, 1986.




[1] (Gibb 1994)
[2] Palabras del Dalai Lama
[3] (Dalai Lama 1962)
[4]Palabras del Dalai Lama. 

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